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Inicio Periodismo Crónica

El barrio de Santa Tere «es mi familia»

Por Eduardo González Velázquez
enero 24, 2022
en Crónica, Periodismo
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El barrio de Santa Tere «es mi familia»
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Aún no termina de asomarse el sol en la invernal mañana tapatía y las calles del barrio de Santa Tere en Guadalajara ya miran el trajín de ires y venires de miles de personas que comienzan sus actividades en este “pequeño centro” de la ciudad. Muchos viven en el barrio y solo caminan unas calles para llegar a su trabajo, otros más vienen de barrios vecinos o un poco más distantes, el resto de la gente saldrá de Santa Tere a realizar sus actividades cotidianas para regresar al final del día.

Sin duda, la actividad comercial es la principal fuente de empleo y recursos de este barrio ubicado al poniente del centro de Guadalajara. Sus colindancias son muy claras: al sur avenida México/Juan Manuel; al norte, la calle José María Vigil; al oriente la avenida Enrique Díaz de León; y al poniente la avenida Américas; es un polígono que cuenta con poco más de 180 hectáreas de superficie.

“Aquí encuentras de todo. No necesitas ir a buscar a otro lugar, vendemos todo y al paso de los años nos hemos adaptado a las necesidades de los clientes”, comenta la encargada de una tienda de vestidos cercana al templo barrial en la calle de José Ignacio Herrera y Cairo. Efectivamente, el comercio es el eje sobre el cual gira la vida económica de Santa Tere, “por esa razón tenemos tantos visitantes, no tienes que ir hasta el centro”, tercia una dependienta de la tienda de ropa. “Desde temprano hay que jalar porque los compradores llegan y si no estamos listos, se van”, me dice un hombre al tiempo que descarga de una camioneta utensilios de plástico para la cocina.

Oficialmente la fundación del barrio data de 1933, aunque como suele suceder, la historia oficial corre paralela y en ocasiones a contra flujo de la historia de las banquetas, la historia popular, casi siempre más cercana a lo sucedido y más alejada de las construcciones y convencionalismos gubernamentales.

Es la razón por la cual los lugareños hablan del inicio de su comunidad en la década de los años veinte del siglo pasado, cuando el padre Alejo Navarrete fundó la primera capilla del lugar con el nombre de Santa Teresita del niño Jesús. En sus inicios, y hasta la década de los años cincuenta, la actividad económica principal era la agricultura, pero como fue sucediendo en todos los puntos cardinales de la ciudad, poco a poco los terrenos se fueron vendiendo y comenzó la urbanización y construcción de casas que atrajo a amplios núcleos de población, algunos de ellos llegados desde Los Altos de Jalisco. En 1927, luego de la muerte del padre Alejo Navarrete, llegó para hacerse cargo de la capilla del lugar el sacerdote Román Romo; en 1933 se fundó la parroquia de Santa Tere y con ella el barrio quedó “oficialmente” establecido. La parroquia fue clave para el desarrollo comercial del barrio y el crecimiento poblacional del lugar. “Santa Tere es nuestra patrona, es lo principal. Su nombre lo llevamos en todos los negocios”, comenta orgulloso el dueño de una vidriera, mientras descuelga de la pared una fotografía de “la patrona” Santa Teresita.

A media mañana el mercado de Santa Tere (cuyo nombre oficial es Manuel Ávila Camacho, de nueva cuenta desfasado del imaginario colectivo) se significa como el principal punto de reunión y ha sido una pieza fundamental desde su inauguración en 1951 para aglutinar las actividades del lugar. Alrededor de él crecieron el comercio y los servicios. En su interior, los olores y sabores guían el andar por los puestos y fondas del lugar; las frutas, verduras y cereales colorean los pasillos del mercado. La búsqueda incesante de los comensales es para comer las inigualables quesadillas fritas bañadas en salsa verde con harto queso y crema, acompañadas de algún jugo. Si la desesperación por el hambre no vence a los comensales, luego de unos 15 minutos podrán disfrutar del exquisito platillo. En realidad, la oferta culinaria del mercado es enorme, hay platillos para todos los gustos y bolsillos: chilaquiles, huevos al gusto, carne con chile, chiles rellenos, carne asada, arroz, papas guisadas, mole con pollo, albóndigas, variedad de tacos “y si piden algo que no tenemos, pues manamos traerlo afuera del mercado, el chiste es que la clientela no se vaya sin comer”, dice un juguero y chocomilero que no deja de surtir sus bebidas a los diferentes puestos que se las solicitan.

“Una ventaja que tenemos en este barrio es que puedes caminar con seguridad, las banquetas son amplias y si eres de los que anda en bicicleta, pues también está la ciclovía”, dice un tejuinero al pie de las escalinatas del templo. Efectivamente, con las modificaciones realizadas en algunas vialidades de Santa Tere, las personas pueden usar con seguridad la bicicleta o caminar por amplias banquetas, aunque no podemos dejar de mencionar que es una zona que carece de áreas verdes.

La tarde comienza a caer y la muchedumbre que desborda durante el día calles, banquetas y comercios, va dejando al descubierto las fachadas de viviendas y vecindades del lugar, construidas la mayor parte entre 1940 y 1970. Muchas casas han sido transformadas en locales comerciales, talleres o bodegas, otras más han sido modificadas o derrumbadas para levantar nuevos espacios habitacionales, lo que ha generado una arquitectura chilaquil en un barrio tradicional.

Más allá de la ajetreada vida comercial del barrio, Santa Tere significa mucho más para sus moradores. Al tiempo que camino por sus banquetas, sus vecinos me van contestando la pregunta: ¿Qué significa Santa Tere para ti? Sus respuestas cortas pero profundas no dan lugar a dudas: Santa Tere es todo para quienes vivimos aquí. Es el templo; el catecismo. Las reuniones. Mi lugar de trabajo; mi hogar. Es parte de mi familia. Aquí conocí al amor de mi vida. Aquí crecimos y nos casamos. Es historia tapatía; cultura y tradiciones locales. Es la alegría de recibir a los visitantes; es seguridad para pasear y apoyo entre vecinos. Es el tianguis de los domingos. Somos una hermandad que te brinda la mano y te hace sentir como de la familia. Es la nostalgia porque aquí comenzó mi historia familiar. Es un lugar con gente linda y próspera. Es un lugar a toda madre.

La mezcla de lugareños y visitantes en Santa Tere, así como lo que significa vivir y comprar en el barrio, queda de manifiesto en la letra de la canción “Santa Tere” de Sonido Satanás: “Todos los fresas, marihuanos, hippies, metaleros y hasta señoras copetonas/bailen, bailen que esta linda melodía/es para todos los que vivimos en sus calles/pecamos a su voluntad y nos movemos con su sabor”.

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Eduardo González Velázquez

Eduardo González Velázquez

Historiador, cronista, analista político y profesor investigador del Tecnológico de Monterrey. Escribo sobre política y el fenómeno migratorio México-Estados Unidos y Centroamérica-México-Estados Unidos.

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